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En estos días se me han juntado demasiadas quejas juntas. En varios de mis grupos de WhatsApp varias personas cuestionaban el precio de entrada y de los platos individuales de un evento de comida. En otro, varios corredores se quejaban de que los trabajos que había inaugurado el alcalde David Collado en el Parque Mirador del Sur habían dejado una montaña de arena en algunos puntos. Y en otro, una conversación sobre la Marcha Verde me llevó a pensar que, a pesar de que respeto a quienes invierten su tiempo en una iniciativa así, puede ser algo utópico en un país como el nuestro.

Según lo veo, esas tres situaciones están conectadas… y para bien. ¿A qué me refiero? A que quejarse, a secas, no vale la pena. Lo que sí vale la pena es “quejarse y”. Quejarse y ofrecer una alternativa. Quejarse y hacer. Quejarse y canalizar.

Como soy entrenador de corredores para maratones y triatlones, muchas personas me preguntan por la masificación del deporte en el país; como tiene tan pocas barreras de entrada y requiere poco dinero para practicarse, su popularidad va en ascenso. Sin embargo, yo creo que el único deporte verdaderamente masivo en República Dominicana es la queja: al igual que el running, se practica para desahogarse, como catarsis, como entretenimiento —y todo eso es necesario tiene un gran valor emocional—. Cualquiera corre si un perro sale a morderlo, pero no todos corren un maratón; completar esa hazaña tiende a enseñarnos sobre disciplina, sobre las consecuencias de nuestras decisiones y sobre nuestro potencial como personas.

Pienso que todas esa quejas que vi en mis grupos de WhatsApp son personas corriendo por instinto, con un perro detrás. Lo que les propongo es que tomemos esas quejas y, con inteligencia, las convirtamos en el equivalente de un maratón. ¿Cómo? Yo veo cinco formas, que hasta pueden ser pasos, para “quejarse y”.

[1] Quejarse y ofrecer una alternativa

En la School of Life del filósofo Alain de Botton preguntan: “¿Cuándo fue la última vez que sentiste envidia de algo?”. Esa pregunta tiene su valor: detrás de una queja ad hominem muchas veces hay envidia, frustración y rabia… pero yo también veo oportunidades.

Si, como vi que sucedió, personas que trabajan en el sector alimenticio se quejan del precio de entrada y de los platos del festival de comida, ¿por qué no ver la oportunidad de negocios que hay ahí? ¿Es posible ofrecer un servicio similar a mejor precio, o un servicio mejor a igual precio? Entonces lo responsable es hacer uso del libre mercado y ofrecer una alternativa. Siempre hay que pensar que si uno se está quejando, seguramente hay mil personas más en la misma situación. ¡Eso es un nicho!

[2] Quejarse y entender

Pero también hay otra posibilidad: ¿Y si los precios de ese festival de comida responden a razones fuera del control de los organizadores?

En un discurso de 1910 en París, Theodore Roosevelt dijo que el que cuenta no es el crítico, que se pone a señalar cómo los fuertes se tropiezan o cómo los que ejecutan pudieron hacerlo mejor. No, el que cuenta es el que hace, el que suda, el que se entusiasma, el que se dedica, el que a veces falla. No pudiera estar más de acuerdo con él, habiendo colaborado en eventos masivos de la fundación Aprendiendo a Vivir: organizar cualquier cosa en República Dominicana es un martirio —creo que el martirio es tan grande que la resaca me duró hasta 2017, cuando finalmente me dio con organizar algo de nuevo, el Tri Enduro Challenge—. Cuando no son los suplidores que quedan mal con las fechas de entrega —y el correspondiente gasto que debe hacerse para subsanar esa “flexibilidad” con los horarios—, es la infraestructura disponible. Cualquier persona que cree en un proyecto y hace algo desde cero sabe lo difícil que es. Les apuesto que mientras más una persona ha bregado con organización de eventos menos se queja de los fallos que ven en el trabajo de otros —corazón de la auyama, te presento al cuchillo—.

Por eso, sugiero: si los ejecutores de un proyecto son personas capacitadas y con buenas intenciones, y aún así las cosas tienen defectos…¿Y si los precios de ese festival de comida son justos y tu percepción cambiaría si conocieras todos los pormenores? ¿Por qué no entender y darles el beneficio de la duda? 

[3] Quejarse y preguntar

Y aquí viene otra posibilidad más: hace 10 años había que tener una columna en un diario de circulación nacional para que una figura pública estuviera al tanto de una inquietud nuestra. Hoy esas personas están a un enter de distancia. La tecnología hoy nos permite llegar directo a lo que sea que nos esté molestando.

¿Por qué no preguntarles por Instagram a los organizadores del evento aquel, de la manera más consciente posible, el por qué de los precios? Si la respuesta no satisface, se puede volver al primer paso, pero ¿y si da para comprenderles?

Igual el tema del Mirador: ¿Por qué no preguntarle al ADN o al mismo David Collado por qué los trabajos no están terminados, en vez de inventarnos historias en la cabeza? ¿Y si los suplidores quedaron mal, para variar? ¿Y si estuvo lloviendo en esos días? Escribir desde el celular que las cosas no estuvieron listas y que el mundo se va a acabar por eso es muy fácil. Lo difícil es hacer el mandado completo y preguntarle al responsable las razones de un problema.

[4] Quejarse y canalizar

¿Por qué no fui a la Marcha Verde? Digamos que, en parte, por David Collado.

Me explico: no lo conozco, pero en su historial público veo una persona que, haciendo uso desde lo transparente —su promoción cruzada en una película popular que produjo— hasta lo discreto —cualquier alianza económica necesaria— encontró una forma, con un partido relativamente nuevo, de canalizar sus inquietudes políticas.

Yo siempre he pensado que hay formas de canalizar las quejas. Una marcha popular puede funcionar en algunos países, pero aquí podría ser utópico, porque la estructura política local muchas veces no permite lograr un resultado proporcional al clamor de ese tipo de manifestaciones. Muchas personas están participando en este movimiento porque sienten que es su deber, su forma de hacerse escuchar, su granito de arena. ¿Las personas que marchan están seguras de su triunfo? No. Sin embargo, están ahí, luchando. Sin embargo, les pido que, si creen en la Marcha, respeten la decisión de personas como yo que buscan una manera diferente de canalizar su descontento, que están quizás aportando de otra forma.

Hay que preguntarse quiénes quizás están trabajando dentro de su círculo de influencia para  lograr una mejor versión de República Dominicana. Quizás hay programadores que pueden crear plataformas ciudadanas parar canalizar sugerencias de mejoras en espacios públicos como el Mirador. Quizás hay abogados que pueden dedicar tiempo pro bono a casos de injusticia social. Cada persona es diferente, y tiene un superpoder distinto —algo así, ahora que lo pienso, como el Universo Marvel—.

[5] Quejarse y aplaudir

Sin embargo, los del evento de comida, los marchistas y el alcalde están haciendo más que muchos. Se están arriesgando, están creyendo en algo, lo están poniendo en práctica. ¿Qué está haciendo el que solo critica?

¿Nadie está viendo que al lado de esas montañas de arena del kilómetro tres está finalmente ese deseo cumplido de tener un parque peatonal los fines de semana? ¡Ningún alcalde se había ocupado de eso! El gran desencanto con una clase política que nos ha desamparado y defraudado solo nos hace ver lo malo. ¿Y si dentro de eso también vemos aquellas cosas que se hacen correctamente? Yo lo sé, porque lo veo a diario con mis clientes: retroalimentar positivamente es tan importante como señalar los errores. Es tan importante que yo llamaría un deber.

Ahora, si ninguna de estas cinco posibilidades funciona y el responsable, al final del día, cometió un error, solo queda una cosa que hacer: dar una crítica constructiva, algo que culturalmente parece costarnos tanto. Una crítica respetuosa, responsable y con retroalimentación. Cero hate, guerreros del teclado.

En mi trabajo como asesor he visto personas que han pasado de casi morirse corriendo cinco kilómetros a correr un medio maratón con una sonrisa en la cara. Creo en el poder de cada uno de nosotros de luchar contra el estancamiento, sea mental o físico, y me da pena ver tanto potencial desperdiciado. Por eso, recuerden: quejarse sin dar ni un paso es como criticar a alguien que hace un maratón con un tiempo lento. Por si no se dieron cuenta, así a su paso lento la otra persona cruzó la meta, mientras que ustedes se quedaron estancados en la línea de inicio. Y, de verdad, viendo la satisfacción que sienten mis atletas cuando logran cruzar una meta física o de rendimiento, les deseo a todos ustedes esa misma satisfacción social, política o profesional al haber pasado del solo criticar al accionar, al preguntar, al entender, al canalizar.

 

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